Y...¿Por qué no?

La Línea

Día a día y siempre nos encontramos con una de esas líneas que delimitan actitudes, ideologías, posiciones, generalmente; sentimientos. Así, si al contrario le presentas de manera informal una pequeña demostración de tu concepción política o lingüística (por ejemplo) su persona tenderá a concentrar cierta tensión hacia ti, defenderá el territorio que queda detrás de su línea. Lo que me resulta más gracioso, sin duda, es esa situación donde aquellas personas menos inteligentes demuestran todo con una simple mirada o gesto despectivo...

Surge entonces un problema que me preocupa bastante…la incapacidad de  debatir, razonar. La  proclamación de una idea como absoluta.

La línea de una forma u otra nos intimida, nos coarta, y nos quita libertad para realizar planes o desarrollarnos hacía lugares, que creemos, quedan fuera. La línea se erige entonces como un muro alto, altísimo. Es una moral adoptada y un miedo interior que nos cuesta escalar, superar. Pero en sí...¿Qué es esa línea?

     Las líneas no son más que contradicciones creadas por nuestro “yo interno”. Etiquetas, ideas simplistas que manda el mundo exterior a nuestros cerebros sobrecargados de información, nosotros pasamos a interpretarlas de una manera determinada y única (ya que todos los individuos tienen una diferente percepción de la realidad) Interpretamos, procesamos, ejecutamos.

Muchos acabamos creyendo en estas ideas como definiciones del propio mundo. Así parece que la lucha entre nuestro yo interno y nuestro yo exterior está lista…Por favor no nos equivoquemos, las etiquetas son solo eso, etiquetas; pero la ideología de cada individuo está lleno de controversias. Es lógico, necesario y natural. Deberíamos aceptarlo.

      Las personas radicales y el fanatismo en sí se apoyan sobre estas líneas, pero tengamos en cuenta que estas las erigimos nosotros mismos, casi sin darnos cuenta. Tengamos cuidado entonces; porque la línea se perfila  poco a poco hasta completar el círculo, entonces ya no queda nada más que la ignorancia, la irracionalidad.

Perdemos la esencia de ser humanos.